Entrevista a Junior, un pandillero de Medellín
Por: Eliana Rodríguez
Ni hogar disfuncional, ni pobreza familiar, ni maltrato en el hogar, este joven pandillero llegó a las esquinas barriales siendo un niño, seducido por el fácil acceso a las drogas y al alcohol. Ahora tiene 23 años y una bala en su cuerpo, eso le da un estatus importante entre sus amigos.
1. ¿Cómo terminaste metido en una pandilla?
-Son cosas que pasan, yo hasta los 11 años era un bicho de papi y mami y comencé a andar con unos locos del barrio, pero cuando mi mamá se dio cuenta, me mandó para la casa de una tía, pero eso no valió de nada cuando uno quiere ser malo lo es donde sea.
2. ¿Y ahí te perdiste?
-Si, pero no por culpa de ella. Vivíamos bien, mi mamá y mi tía se mantenían pendientes de mí. Empecé a estudiar y en el colegio conocí a unos parceros con los que comencé a tomar, a fumar cigarrillo y las drogas…
3. ¿Cuánto tiempo viviste donde tu tía?
-Allá no dure nada, se aburrieron de mí. Yo soy muy grosero y no me la dejo montar de nadie, yo me devolví rapidito pa’ la casa y ahí empecé a pararme en las esquinas
4. ¿Cuándo tuviste por primera vez un arma en tus manos?
-A los catorce Ahora lo veo mal. En la adolescencia todos empezamos a joder, por ahí, pero yo creo que esa no era mi adolescencia. Y los parceros me comenzaron a tirar droga, armas, dinero… -cuenta junior mientras mira detrás de un envase de gaseosa-
Tiene 23 años y no ha terminado el colegio. Se mantiene en la esquina del barrio o haciendo las vueltas que le encargan, aunque dice que ya no quiere más esa vida, que está preparado para otra clase de trabajo, un trabajo que le de tranquilidad a él y a su familia, que lo haga caminar con la frente en alto.
5. ¿Por qué crees que hay tanta violencia en los barrios de Medellín?
-Muchos de los problemas son por las zonas para vender drogas y delinquir, muchos de estos pelados se matan a diario por el control de una esquina.
Junior comenzó a matar cuando tenía catorce años. Lo hizo con un arma prestada, una colt calibre 45. Recuerda que lo hizo por venganza. Miembros de una banda rival, asesinaron a un amigo suyo, así que sólo quedaba una cosa por aplicar: ojo por ojo. Dice que desde entonces perdió la cuenta de las personas a las que les ha disparado. Aunque en Medellín el panorama de violencia ha cambiado, muchos jóvenes aún permanecen en esa vida violenta de las pandillas.
6. ¿Entonces piensas que la mayoría de las muertes son por venganza?
-Claro… Los enfrentamientos por los territorios dejan víctimas de lado y lado, eso provoca que los familiares y amigos busquen desquitarse. Siempre hay una cuenta pendiente y algunos de ellos sólo saben cobrarlas con sangre.
Entre tanto, Junior dice que no quiere nada más de eso. Nada de robos ni asesinatos. Sin embargo, mientras se acaricia la cicatriz de bala en su cabeza admite que aún duerme con un arma cargada debajo de su almohada, esperando no tener que dispararla nunca más, esperando encontrar una oportunidad que le de la tranquilidad que desde hace poco eligió seguir.